Por circunstancias, nos invitaron a asistir a la jornada de los participantes en el herbario digital Xavier López de Arizaga. En los actos se incluía una excursión, organizada por el grupo Oñatiko Naturzaliak en la que, en un pequeño recorrido, nos presentaban una verdadera colección de joyas. Esos entornos pasan desapercibidos para la mayoría por la única razón de que no te los esperas.
Después de encontrarnos en el punto de reunión llegamos al origen de nuestro periplo: el Barranco de Jaturabe. Es un valle agreste, de corte afilado. El camino comienza en el puente de la carretera y continúa por la margen derecha del curso. En él comenzamos por meternos en un robledal donde se entrecruzan ejemplares de Quercus robur con Q. pubenscens. Dado lo escarpado del terreno y la naturaleza del camino, apenas si tenemos tiempo para disfrutarlo. Al poco del comienzo nos encontramos con un tubo que cruza el cauce del fondo del valle. Junto a él hay una viga que hace las funciones de puente, con una barandilla de hierro que queda a nuestra derecha. La caída es espectacular. El puente “flota” a 20 m sobre el río seco. No es un buen paso para pacientes de vértigo; pero nos comunican que hay alternativas. Al cruzar el bosque mixto nos vuelve a envolver.
En esta zona, los terrenos comunales de antaño, dieron lugar a propiedades privadas con plantaciones de Pinus insignis. Sin embargo, el borde de los cortados de los desfiladeros del río no fue nunca un terreno propicio para plantaciones de ningún tipo, y la vegetación natural se aferró a ellos. Y claro, el bosque que cubría las laderas se refugió en ellos como último recurso. Y es que estos farallones y saltos es lo que tienen, el bosque no puede entrar ni cerrarlos y se conservan como espacios abiertos. La importancia del espacio abierto es que en él se mantiene una diversa comunidad mezcolanza de otras muchas. Por una parte, es el límite del bosque, y plantas nemorales se mantienen en ellos a duras penas como los robles anteriormente citados, los aligustres, el bonetero, el cornejo, …. por otro lado, están las comunidades de plantas rupícolas, aquellas cuyo ambiente natural son los roquedos, cortados, por otro, están las plantas que colonizan las gleras de derrumbes del acantilado. Pero la cosa no está aquí solo. Los lugares soleados son especialmente secos, y en ellos los madroños, las encinas, los quejigos, los enebros, los aladiernos, árboles y arbustos de corte mediterráneo campan a sus anchas. Pero en las partes sombrías y expuestas al norte, el ambiente es particularmente extremo y frío. Con lo que algunas plantas de zonas más altas de las montañas se encuentran excepcionalmente a gusto como el Rhamnus alpina o el haya.
Tras este mosaico de microclimas y micro ambientes no podemos de dejar de maravillarnos con la riqueza de especies que pueblan tan minúsculo territorio, porque al repertorio de árboles y arbustos citados hay que añadir multitud de plantas de portes menores que acompañan a tan abigarrada corte. Esta época no es particularmente buena para apreciarlo, sin embargo, podemos encontrar los restos de una Arabis turrita, una planta que en Gipuzkoa sólo aparece en este entorno. Pero, por si aún no valdría, tenemos el catálogo casi completo de las especies de helechos para los entornos calizos. Increíble, estos montes guardan todavía más secretos.
A mediados del siglo XX la gran industria siderúrgica vasca necesitaba grandes cantidades de energía eléctrica, y alguien convino que aquí podría hacerse un complejo hidroeléctrico importante. Por ello, se crearon cuatro canalizaciones diferentes que confluyen en una central. Ese es el motivo que el cauce del río vaya seco: el agua le fue expropiada para este fin. Canales, tuberías, y otras conducciones recogen el agua desde diferentes puntos y la dirigen a los depósitos que alimentan la planta eléctrica. Las historias del canal tampoco tienen desperdicio. Uno de ellos, mediante un túnel, atraviesa la montaña. Dos equipos desde ambos lados, salieron a encontrarse, de tal forma que cuando llegaron se generó un pequeño escalón que aún es visible. Claro, es que los ingenieros eran alemanes, y vinieron ex profeso para tal trabajo. Nuestros guías no se atreven a asegurarlo, pero ¿Estas obras también fueron realizadas por penados? En aquella época era muy habitual el uso de trabajos forzados, condiciones de seguridad lamentables, y otros excesos por parte de los grandes poderes. De tal forma que nuestro recorrido transcurre sobre las sendas auxiliares de distintas de estas vías. En muchos sitios, el agua discurre por conducciones abiertas, y con su paso, al aumentar la humedad lo hace el elenco de musgos, y su extensión.
Pero esta agua tiene otro ingrediente oculto. Son aguas de cierto contenido sulfúreo y hasta principios del siglo XX fueron famosas sus estaciones de baños. No sé qué es lo que queda de todo ello, pero entre las escorrentías, se vislumbran regueros de Acidithiobacillus ferrooxidans, una bacteria que “respira” hierro en presencia de oxígeno y que mancha las fuentes de ese color “óxido terroso”.
Continuando nuestro periplo llegamos a una pequeña iglesia, la parroquia del barrio Urrexola. El camino es un despropósito. Se parte de un origen enlosado, que recuerda a las facturas medievales, aunque es muy posterior. Sin embargo, a alguien, en los últimos años, se le ocurrió la genialidad de cambiar un camino carretero enlosado por una escalera peatonal a metro y medio sobre el enlosado. No sabemos de dónde salió esa idea, pero estamos convencidos de que nunca habrá presupuesto para desfacer tamaño entuerto.
Nuestros guías nos cuentan que en el pueblo había 5 barrios, pero sólo 3 parroquias. Enseguida la imaginación me viene a antiguas historias, la parroquia como centro económico y de poder, frente a los barrios que no se la podían costear, o a los que no se les autorizó tenerla.
A partir de aquí, dejamos las zonas pobladas y nos dirigimos por la senda buscando el puerto. La vegetación va cambiando paulatinamente, y si a la salida encontramos algún marojo y quejigo, estos van imponiéndose hasta llegar al dominio del haya casi en la cumbre.
La visita a la cima de Orkatzategi no tiene desperdicio. Los montes del entorno lucen sus picachos ornados con nieve. El viento gélido campea a sus anchas. Las cumbres son otros lugares donde los árboles tienen dificultades para asentarse. Enebros, espinos, genistas, tojos, brezales, tienen formas achaparradas para protegerse del frío, del viento y del ganado.
Mientras descendemos pasamos por otro de los paisajes típicos de nuestras montañas, esos retazos de matorral recortados por prados mantenidos por el ganado. Equinos y ovinos parecen ser los responsables de estas tramas arácnidas de praderas lineales en miniatura escoltadas por parches arbustivos de diversa consideración.
Pero hay un poco más de “sal” en todo esto. Salpicando nuestros pasos se encuentran pequeños lapiaces, dolinas, y otros aflores rocosos que delimitan dónde pueden vivir las plantas, acorde a su tolerancia al calcio de la roca. Así en los afloramientos los brezos y andrinos abundan, pero en las dolinas, donde se recogen las arcillas los tojos son los que conforman la tesela.
Pero aún faltaba la gran sorpresa, la visita a Aitzulo. Aitzulo es un complejo de una excavación en las calizas compuesta por al menos 4 arcos, la mayoría de grandes dimensiones. Se supone que su origen debería proceder de un antiguo cauce subterráneo, hoy olvidado, y expuesto al cielo abierto. Pasearse por él es perderse en el tiempo y en el espacio y las vistas a través de sus ventanas con el paisaje antropoformado de fondo es uno de los grandes atractivos del lugar. Sobre sus paredes verticales, tachonadas de pequeñas grietas, oquedades y hendiduras, los aviones roqueros, las chovas piquirrojas y otras aves asientan sus nidos; aunque en el día no encontramos ninguna representación de la avifauna referida.
Pero como es de esperar, a una singularidad paisajística del calibre está asociada a una flora muy particular. Hubo un tiempo en el que grandes ungulados salvajes acudían a lugares como Aitzulo, buscando refugio de las inclemencias temporales u otras causas que se nos escapan. Cuando esos animales desaparecieron, la ganadería extensiva ocupó su lugar. Por eso estos lugares, cuevas someras y pie de cantiles tienen unas condiciones únicas, pero suelen tener un denominador común, la acumulación de excrementos de aves, mamíferos de gran porte y también de otros menores. Ello dio lugar a una flora especializada en ambientes nitrogenados. Mientras las personas éramos pequeñas gotas en un paisaje salvaje, estas plantas se limitaron a crecer en estos ambientes tan selectivos y restrictivos.
Como son lugares donde el nitrógeno disponible es tan abundante, muchas de estas plantas son muy pobres en flora micorrícica, esos hongos simbiontes de las raíces que tanto abundan entre las otras comunidades florísticas y que les ayudan en absorber con mayor eficacia el nitrógeno y otras sales del sustrato. Por todo ello, parecía que eran unos elementos florales marginados y castigados a su confinamiento hasta que llegó la agricultura. Entonces, algunas de estas plantas supieron amoldarse con gran éxito a los campos de cultivo, lugares en los que los ambientes nitrogenados suelen ser frecuentes. Se convirtieron en “malas” hierbas y pasaron de sobrevivir en pequeños espacios a saltar a las enormes extensiones agrícolas de hoy en día. La carambola evolutiva es lo que tiene, el entorno es muy complejo, las condiciones cambian de forma aparentemente imperceptible y el resultado está totalmente fuera de las previsiones que manteníamos al principio.
Mientras tanto, reconocemos a uno de los representantes de esta comunidad tan particular: la Urtica membranacea, una ortiga realmente rara y digna de una mención especial.
Al salir de Aitzulo nos invade una sensación de que todas nuestras expectativas se han cumplido con creces. El regreso es una senda que serpentea la ladera en búsqueda del comienzo de nuestra ruta. Partiendo del hayedo descendemos por un camino que la humedad convierte en algo hosco. Seguimos disfrutando de los helechos, de las curvas de la ruta nos dificultan el descenso. Si hasta ahora podíamos haber ido con cierta facilidad, en este momento echo de menos un bastón.
A medida que descendemos, casi imperceptiblemente, la vegetación va cambiando desde la montaña hasta la del fondo del valle.
Para concluir el periplo llegamos a un muro en la carretera con unos “amagos” de escalones.
Podemos sentirnos satisfechos. Una pequeña parte del tesoro de la comunidad ha impresionado nuestras retinas, nuestra imaginación, nuestras sensaciones, nuestras memorias.
Luego partimos a la “civilización”, a tomar un aperitivo, a comer y con las personas tan maravillosas con las que hemos compartido la jornada hablaremos del pasado, del presente, de los planes para el futuro… pero eso ya será otra historia.
Si queréis consultar otras versiones del evento:
Para ubicarse mejor, el lugar de partida:
Lugar Barranco de Jaturabe, Cuenca del Artixa Erreka, Oñati
Fecha 2017-01-29
Hora: 9:18 – 13:14 (paso de botánico)
Climatología: Temperatura 8-15 C, comenzó nublado y cambió a claro y soleado, viento fuerte y frío en la cumbre.
Distancia 7,3 Km
Dificultad: fácil, un poco más compleja la bajada.
Me ha parecido excelente tanto la presentación como la riqueza del contenido.No has dejado nada.Enhorabuena. Javier
Me gustaMe gusta
Gracias Javier!
Se hace lo que se puede, pero comentarios como el tuyo son un premio que ayuda a continuar y a mejorar. A fin de cuentas sólo somos meros afortunados por podernos sentar a hombros de gigantes.
Me gustaMe gusta