Hay pocas cosas más hermosas de la naturaleza silvestre de nuestra ciudad que el espectáculo de ver la garza, ya sea volando, pescando, descansando,…
La garza real, como todos los seguidores de Danieltxo conocen, es el ave de mayor tamaño de las habituales de nuestra ciudad: de hasta un metro de altura con casi 2 kg de peso y una envergadura que ronda entre los 1,75 – 1,95 m
Su coloración, basada en un plumaje dominado por el negro, gris y blanco, varía desde un gris casi uniforme de los juveniles a unos tonos llenos de riqueza y matices de los adultos.
Quizás, incluso, alguna vez, hayáis reparado en la mirada de la garza. Para mí hay algo de inquietante e intranquilizador.
Su ojo desnudo y escudriñador nato, analiza todo lo que se mueve en su entorno, en él se encuentra la acerada viveza del frío acero reptiliano; ese carácter que le impone esa piel desnuda que lo rodea y que se prolonga hasta el pico. Pero, por si fuera poco, es capaz de percibir superando nuestra imaginación: consigue lances exitosos incluso en aguas revueltas, convulsas y turbias, ya sea de día o de noche.
A pesar de eso, su mirada, podría pasar por una mera bravuconada sin fundamento si no fuera por su pico. Un agudo estilete de alta precisión, certero, que da en su diana, impulsado por un cuello, resorte que le imprime velocidad y potencia en su golpe, tantas veces fatal para sus presas, víctimas de una maquinaria de supervivencia altamente cualificada.
Quizás, por todo ello y lo que viene a continuación, sea una respetable y honorabilísima candidata al cetro de heredera de honor de las aves del terror. Su amplio espectro alimenticio lo corrobora; ya que, aunque están especializadas en la captura de peces de muy diversas formas y dimensiones, son también eclécticas y no desdeñan insectos, anfibios, reptiles, incluso aves y mamíferos de cierto tamaño.
Sin embargo, su constitución corporal tampoco nos deja indiferentes. Vista de perfil, nos encontramos con un ave que promete ser voluminosa, con su cuerpo que esperamos redondeado. Sin embargo, cuando se nos presenta de frente la vemos extrañamente delgada, una representación casi “fantasmal” como recién salida de Planilandia, capaz de volverla invisible en el ambiente que la rodea. Es cuando te planteas, qué pensarán sus presas al ser atrapadas por un peligro del que no habían sido conscientes.
Claro, que, al tragárselas vivas, estos desvaríos durarían hasta que sus jugos gástricos, o del buche, las terminen en la angustiosa oscuridad de su tracto digestivo…
No, si hay algo en las garzas que nuestra imaginación nos hace vivir historias de terror y poner los pelos de punta hasta en su graznido penetrante cuando alzan el vuelo para huir de nosotros… y menos mal.
PD: Por supuesto todo este tratamiento está basado en una historia real, pero ampliamente dramatizada. Eso sí, si alguna vez os encontráis con una garza herida, pensad que tienen costumbre de llevar su pico a vuestros ojos.
Para ubicarse mejor:
Presa de santaengracia (Iruña-Pamplona)
Meandro de Aranzadi (Iruña-Pamplona)
Me encanta tu prosa. Buenísima descripción.
Me gustaMe gusta